miércoles, 5 de noviembre de 2014

Don Pánfilo Carahuevo. Cazador de vampiros y experto en ranúnculos adversativos. Parte cuaternaria.

Como quedó explicado en un capítulo anterior, Don Pánfilo volvió a su castillo y se concentró en sus estudios, harto de la envidia cochina del mundo de la ciencia.
Estaba concentrado en un experimento muy complicado sobre una formula de tortilla de patatas con cebolla a la que estaba a punto de añadir, guiado por esa inspiración creativa suya tan maravillosa, una cucharada de chocolate en polvo marca "La gallinita ciega" y menta para hacerla más jugosa, pero hasta el momento todas las tentativas habían acabado con unos estupendos fracasos que lo instaban a persistir en su trabajo. Fue interrumpido de sus complicadísimos cálculos (los vectores circunstanciales de la cebolla y el chocolate eran indivisibles por ellos mismos, y además no eran gratos a pi, ese mezquino número griego) por su ama de llaves, María de la Pirindola, quien le anunció que el vizconde de "las tres legañas" insistía de forma inconmensurada en ser recibido.
Atendiólo en la salita de recibir vizcondes y éste (el vizconde del que nos ocupamos) fue taxativo cuando anunció con rimbonbante acento:



- Buenas tardes, docto y sapientísimo señor. Mi nombre es Severiano y no me gustan las rimas. Soy vizconde de las tres comarcas llamadas las legañas en honor y prez de mi tatarabuelo, Don Críspulo Legañas Trapezoide, adelantado de Castilla y segundo clasificado de Aragón.
- Ummmhhhhh...... -reflexionó el docto sabio.
- Y estoy aquí -explayóse el vizcondesito- para pedirle por favor, usted que es tan docto y tan sabio y tal, que nos eche una mano, o más manos si tal hubiera, para sofocar a unos vampiros malvados que asolan la comarca de la legaña del centro, también llamada Legaña central o Ponderosa de la tardolegaña.
- Ja ja ja -se rió el sabio- ¿Cómo que vampiros? ja ja ja ¡Eso no puede ser, mi querido amigo, ja ja ja, eso no puede ser, los vampiros no pueden existir...
- Pero señor sabio, yo le aseguro...
- No, no... mire, mire -dijo al tiempo que escribía en una pizarra, que solía llevar en un bolsillo del batín, las fórmulas coaxiales de la existencia de los vampiros- ¿ve usted, mi buen amigo? ¿ve usted? es totalmente imposible que existan esos seres, solo podrían existir en el meridiano 345F latitud 873G norte 3434, ja ja ja
- Pero señor sabio, esas son las coordenadas de ¡Legaña Central!
- ¿Ah si? Pues vaya, vaya, ya es casualidad, vaya, vaya...pues va a resultar que tienen ustedes un problema, si.
- Ayúdenos, por favor, señor sabio, Don Pánfilo, Panfilito, guapito, anda, porfa... jo...



Parece ser que el honradísimo sabio estuvo de acuerdo en acudir en socorro de los desahuciados legañosos del centro. Sin embargo, donde no se ponen de acuerdo sus biógrafos (ni mi vecino al que también le gusta opinar de todo), es en lo que aconteció después.
Según Don Hírsuto Carahuevo, descendiente del sabio hombre de la ciencia universal, éste se metió en su laboratorio e inventó una escopeta especial para matar vampiros.
Según Don Pascualino del Abedul la escopeta ya estaba inventada y lo que hizo el sabio fue sacarla del armario de los trastos.
Mi vecino insiste en su tesis de que todo eso son tonterías, que ni el sabio era tan sabio ni nada de nada.



Sea como fuere, el caso es que un 4 de noviembre abrileño del año en curso (en curso entonces, que ya el año aquel caducó hace tiempo) se presentó en Ponderosa de la tardolegaña, armado con su escopeta especial para matar vampiros y su sombrero de ala ancha. Ululaba el viento en la lontananza del norte y se arrolinaban los pelos sueltos formando bonitos tirabuzones que adornaban los ranúnculos adversativos de las callejas sombrías del pueblucho miserable.
Fuese para la oficina del Sheriff y encontrólo sentado a su mesa (abedul lacado de finas hierbas) rellenando formularios y hurgándose con deshasosegado ímpetu el orifio nasal derecho con el dedo índice de la diestra mano.
- Soy Don Pánfilo Carahuevo, sabio eminente y cazador de vampiros y usted es un sheriff muy cochino -debió decirle a modo de saludo.
- Lo estaba esperando. Aquí tiene usted su licencia de caza, firmada y sellada por el señor vizconde y por su eminencia, el prelado episcopal. Son cuatrocientos doblones. Lo puede usted abonar en efectivo o ahora en vil metal en el acto, como prefiera -le debió de contestar el sheriff cochino mientras (quizá) se limpiaba la mano en algún moquero o en alguna cortina o contra la fina mesa de abedul.
- Es muy caro -contestó Don pánfilo (en este punto no hay discusión entre sus biógrafos. Mi vecino también está de acuerdo en que es muy caro. Claro que eso lo opina él de todo, así que no se debería de tener en cuenta, pero allá ustedes con sus opiniones)
- Pues no haber venido, listo.
- Esta bien ¿Tiene cambio de 425?
- Sí, tenga ¿Quiere un numero de lotería de la parroquia?
- Bueno, pero que no acabe en cinco, que no me gustan las rimas procaces.



Y así fue como se encaminó a las afueras, a un merendero destartalado y enmohecido donde solían acudir los vampiros después del trabajo a beber cerveza de vampiro, contar chistes de vampiros, y lamentarse de lo malo que era el gobierno y lo bien que había jugado el vampírico fútbol club el sábado pasado.
Soplaba el viento inmisericorde en la lejanía, resonaban las risas de los lúgubres seres entre las recónditas sombras del merendero deslucido.
Se hizo el silencio.
- Soy Don Pánfilo Carahuevo. Eminente sabio y hombre de ciencia. Y os voy a cazar a todos.
- Ja ja ja -Se rió el mas feo de ellos (uno que se llamaba Alberto y siempre contaba el mismo chiste) no puedes cazarnos. No se ha inventado el arma capaz de hacernos daño, ni tienes permiso gubernamental.
-El arma ha sido inventada. Hela aquí -dijo al tiempo que sacaba la escopeta para matar vampiros de su funda.
Un ¡¡¡OOOHHHH!!!!! de asombro emergió de las gargantas malvadas de aquellos vampiros malvados "¡Que bonita! debió de apostillar más de uno con la intención mezquina de hacerle la pelota.
- Y el permiso está aquí -apostilló blandiendo el papel plastificado que tan caro había pagado.



- No puede ser, no puede ser -exclamó alarmado el feonazo del vampiro Alberto, examinando con detenimiento el permiso y comprobando horrorizado que estaban todas las firmas y todos los sellos y todo lo que debía estar.
- Pues ala, que no tengo todo el día, id poniéndoos en fila.
Y así se hizo y los cazó a todos.
A la vuelta a su castillo tomó una muestra de ranúnculos adversativos con la intención de examinarlo con más detenimiento en su laboratorio. Pero no le hizo falta. Solo con tocarlo supo que era un ranúnculo y así lo dijo. Y como había sido el primero en decirlo, pasó a ser el mayor experto en el tema.
Cuando volvió a su castillo, María de la Pirindola le hizo unos huevos fritos con puntillitas. Estaban tan ricos que los plastificó y los expuso en el mausoleo de su museo.

Continuará