sábado, 27 de diciembre de 2014

Cuentos ejemplares (III)

FÁBULA DEL HOMBRE QUE TENIA CARA DE SANDÍA (SIN PEPITAS)

Lo que sigue es un fragmento del antiquísimo libro "Abdalá jamalá, ain Já, jamalá", escrito en el siglo V a. de C. por un autor anónimo de Persia central. El citado libro fue hallado hace unos días en una tinaja enterrada en el desierto de Almeria por un pastor de camellos. El pastor ha sido procesado por andar desenterrando vasijas antiguas, y los papiros traducidos por la escuela de traductores de Toledo (el alumno que lo tradujo sacó un siete de nota media por dicho trabajo, parece que se hacía un lío con los verbos apostrolares y los circunspectos, que tanto abundan en el persa de esa época).


"...en habiendo acabado las risas y las toses, dijo el sabio hombre:
Habéis de saber que en esta ciudad nuestra vivía hace muchos años un hombres de gran valía y apuesta galanura, era piadoso y trabajador, alto y moreno de garzos ojos negros y tan anchos hombros que había muchas calles por las que no podía entrar si no era poniéndose de lado. Y hubiera sido el más deseado de los hombres si no fuera porque los dioses le habían dado una cara que era totalmente una sandía. Era verde por fuera y tenia luengas manchas de brillante color en la su frente. Y cuando sonreía se hacia de cara rara y extraño aspecto. Y los niños le hacían cabriolas y le tiraban graciosos escupitajos al su paso. Y las madres de los niños le daban ultramuces y papeles con sus direcciones, por si algún día se perdía, que pudiera pedir indicaciones. Et llegó a oídos del prelado de la existencia de tan bello señor et dijole al su ayudante.
- Don Jacobito, ¿es por ventura cierta la romanza que se me disce de un señor circunflejo de anchos hombros y galana sonrisa que tiene cara de sandía?
- Si, sabio prelado, es conocida en esta ciudad nuestra de la existencia de ese mozalbete al que su padre, en un arranque de embriaguez etílica puso por nombre Don Anselmo -contestóle el ayudante, dejándose llevar por esa pelotería tan propia de los funcionarios de la época.
- Pues que curioso, ¿no?


- No se crea, vuecencia, tiene mi mujer una hermana que se parece tanto a una urraca que sus padres la tuvieron subida a un palo hasta los doce años, en que viendo que se caía comprobaron que por las noches se cortaba las uñas de los pieses y perdía adherencia. Y entre meterla en una jaula o casarla con el hijo tonto del vecino, vieron que se iban a ahorrar un dineral en alpiste si la casaban. Y ahí la tiene, convertida en una señorona.
- Pues tal maravilla no ha de quedar genuflexa a los santos oídos de este santo palacio. Que vayan mis guardias mas fornidos y fuertes a buscarlo y que lo traigan a mi presencia, que se va a enterar el polllo este.
Y así se hizose. Y fue llevado a presencia del sabio prelado que viéndolo le dijo:
- ¡Anda hijo! Es cierto lo que se decía de la vuestra faz verde como rana de concurso de ranas.
Et fabló por fin el hombre con cara de sandía et dijole:
- Pues te reviento.

La moraleja de esta fábula es que cuando el destino pone al alcance de los mortales sus dones y regalías, es de necios reparar en los obstáculos que tan arbitrariamente deja el sino malvado en sus cercanías. E igual que el prelado no se comió ese día el cocido que le había preparado por ver al hombre con cara de sandía, nosotros (tú más que yo) no nos comemos el arroz con pollo pensando en el turrón de chocolate que ha de venir después.



Feliz año nuevo

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Don Pánfilo Carahuevo. Cazador de vampiros y experto en ranúnculos adversativos. Parte cuaternaria.

Como quedó explicado en un capítulo anterior, Don Pánfilo volvió a su castillo y se concentró en sus estudios, harto de la envidia cochina del mundo de la ciencia.
Estaba concentrado en un experimento muy complicado sobre una formula de tortilla de patatas con cebolla a la que estaba a punto de añadir, guiado por esa inspiración creativa suya tan maravillosa, una cucharada de chocolate en polvo marca "La gallinita ciega" y menta para hacerla más jugosa, pero hasta el momento todas las tentativas habían acabado con unos estupendos fracasos que lo instaban a persistir en su trabajo. Fue interrumpido de sus complicadísimos cálculos (los vectores circunstanciales de la cebolla y el chocolate eran indivisibles por ellos mismos, y además no eran gratos a pi, ese mezquino número griego) por su ama de llaves, María de la Pirindola, quien le anunció que el vizconde de "las tres legañas" insistía de forma inconmensurada en ser recibido.
Atendiólo en la salita de recibir vizcondes y éste (el vizconde del que nos ocupamos) fue taxativo cuando anunció con rimbonbante acento:



- Buenas tardes, docto y sapientísimo señor. Mi nombre es Severiano y no me gustan las rimas. Soy vizconde de las tres comarcas llamadas las legañas en honor y prez de mi tatarabuelo, Don Críspulo Legañas Trapezoide, adelantado de Castilla y segundo clasificado de Aragón.
- Ummmhhhhh...... -reflexionó el docto sabio.
- Y estoy aquí -explayóse el vizcondesito- para pedirle por favor, usted que es tan docto y tan sabio y tal, que nos eche una mano, o más manos si tal hubiera, para sofocar a unos vampiros malvados que asolan la comarca de la legaña del centro, también llamada Legaña central o Ponderosa de la tardolegaña.
- Ja ja ja -se rió el sabio- ¿Cómo que vampiros? ja ja ja ¡Eso no puede ser, mi querido amigo, ja ja ja, eso no puede ser, los vampiros no pueden existir...
- Pero señor sabio, yo le aseguro...
- No, no... mire, mire -dijo al tiempo que escribía en una pizarra, que solía llevar en un bolsillo del batín, las fórmulas coaxiales de la existencia de los vampiros- ¿ve usted, mi buen amigo? ¿ve usted? es totalmente imposible que existan esos seres, solo podrían existir en el meridiano 345F latitud 873G norte 3434, ja ja ja
- Pero señor sabio, esas son las coordenadas de ¡Legaña Central!
- ¿Ah si? Pues vaya, vaya, ya es casualidad, vaya, vaya...pues va a resultar que tienen ustedes un problema, si.
- Ayúdenos, por favor, señor sabio, Don Pánfilo, Panfilito, guapito, anda, porfa... jo...



Parece ser que el honradísimo sabio estuvo de acuerdo en acudir en socorro de los desahuciados legañosos del centro. Sin embargo, donde no se ponen de acuerdo sus biógrafos (ni mi vecino al que también le gusta opinar de todo), es en lo que aconteció después.
Según Don Hírsuto Carahuevo, descendiente del sabio hombre de la ciencia universal, éste se metió en su laboratorio e inventó una escopeta especial para matar vampiros.
Según Don Pascualino del Abedul la escopeta ya estaba inventada y lo que hizo el sabio fue sacarla del armario de los trastos.
Mi vecino insiste en su tesis de que todo eso son tonterías, que ni el sabio era tan sabio ni nada de nada.



Sea como fuere, el caso es que un 4 de noviembre abrileño del año en curso (en curso entonces, que ya el año aquel caducó hace tiempo) se presentó en Ponderosa de la tardolegaña, armado con su escopeta especial para matar vampiros y su sombrero de ala ancha. Ululaba el viento en la lontananza del norte y se arrolinaban los pelos sueltos formando bonitos tirabuzones que adornaban los ranúnculos adversativos de las callejas sombrías del pueblucho miserable.
Fuese para la oficina del Sheriff y encontrólo sentado a su mesa (abedul lacado de finas hierbas) rellenando formularios y hurgándose con deshasosegado ímpetu el orifio nasal derecho con el dedo índice de la diestra mano.
- Soy Don Pánfilo Carahuevo, sabio eminente y cazador de vampiros y usted es un sheriff muy cochino -debió decirle a modo de saludo.
- Lo estaba esperando. Aquí tiene usted su licencia de caza, firmada y sellada por el señor vizconde y por su eminencia, el prelado episcopal. Son cuatrocientos doblones. Lo puede usted abonar en efectivo o ahora en vil metal en el acto, como prefiera -le debió de contestar el sheriff cochino mientras (quizá) se limpiaba la mano en algún moquero o en alguna cortina o contra la fina mesa de abedul.
- Es muy caro -contestó Don pánfilo (en este punto no hay discusión entre sus biógrafos. Mi vecino también está de acuerdo en que es muy caro. Claro que eso lo opina él de todo, así que no se debería de tener en cuenta, pero allá ustedes con sus opiniones)
- Pues no haber venido, listo.
- Esta bien ¿Tiene cambio de 425?
- Sí, tenga ¿Quiere un numero de lotería de la parroquia?
- Bueno, pero que no acabe en cinco, que no me gustan las rimas procaces.



Y así fue como se encaminó a las afueras, a un merendero destartalado y enmohecido donde solían acudir los vampiros después del trabajo a beber cerveza de vampiro, contar chistes de vampiros, y lamentarse de lo malo que era el gobierno y lo bien que había jugado el vampírico fútbol club el sábado pasado.
Soplaba el viento inmisericorde en la lejanía, resonaban las risas de los lúgubres seres entre las recónditas sombras del merendero deslucido.
Se hizo el silencio.
- Soy Don Pánfilo Carahuevo. Eminente sabio y hombre de ciencia. Y os voy a cazar a todos.
- Ja ja ja -Se rió el mas feo de ellos (uno que se llamaba Alberto y siempre contaba el mismo chiste) no puedes cazarnos. No se ha inventado el arma capaz de hacernos daño, ni tienes permiso gubernamental.
-El arma ha sido inventada. Hela aquí -dijo al tiempo que sacaba la escopeta para matar vampiros de su funda.
Un ¡¡¡OOOHHHH!!!!! de asombro emergió de las gargantas malvadas de aquellos vampiros malvados "¡Que bonita! debió de apostillar más de uno con la intención mezquina de hacerle la pelota.
- Y el permiso está aquí -apostilló blandiendo el papel plastificado que tan caro había pagado.



- No puede ser, no puede ser -exclamó alarmado el feonazo del vampiro Alberto, examinando con detenimiento el permiso y comprobando horrorizado que estaban todas las firmas y todos los sellos y todo lo que debía estar.
- Pues ala, que no tengo todo el día, id poniéndoos en fila.
Y así se hizo y los cazó a todos.
A la vuelta a su castillo tomó una muestra de ranúnculos adversativos con la intención de examinarlo con más detenimiento en su laboratorio. Pero no le hizo falta. Solo con tocarlo supo que era un ranúnculo y así lo dijo. Y como había sido el primero en decirlo, pasó a ser el mayor experto en el tema.
Cuando volvió a su castillo, María de la Pirindola le hizo unos huevos fritos con puntillitas. Estaban tan ricos que los plastificó y los expuso en el mausoleo de su museo.

Continuará

lunes, 20 de octubre de 2014

Sor Leoncio de Praga I. El circunflejo

Nació un 18 de Octubre de un año remoto con una edad muy minimizada. Fueron sus padres unos señores de muy alta alcurnia que pedían grandes limosnas en los grandes almacenes de la época.
A la tierna edad de sus pocos abriles, el joven Leoncicito ya levantaba un palmo del suelo y recibía entre lores de multitud los parabienes del pueblo llano y hasta del agudo.



Matriculóse un jueves en la academia de sacristanes de Villa Tempujo iniciándose así su meteórica carrera en las sacras artes. Aprobó con sumun cum laude la beatería y la oracionatoria de primero, sacando tan buenas notas en confesión y canto gregoriano, que el arcipreste del rectorado lo hizo delegado de clase y le dejaron borrar la pizarra todos los jueves.
Estimulado por tan alto honor, decidió hacerse párroco, y como le convalidaban algunas asignaturas, se sacó el doctorado en un plis plas.
Lo destinaron a Villa Kentucky Fried Chicken, que era un pueblucho inhóspito y destartalado que unos indios facinerosos y malvados atacaban todos los martes de cuatro a siete.
Armóse de valor el joven párroco y esperó a los indios malvados en su campanario. Y cuando los vió llegar los fue excomulgando de a uno en uno, y no consintió en volver a bautizarlos si no desistían de sus intenciones y celebraban sus bautizos en algún salón de celebraciones apropiado. Como tales salones no existían tuvo la genial idea de inaugurarlos él mismo y hete aquí que volvióse rico.



Oido que fue en las altas esferas su éxito, se le propuso para el cargo de vice diacono en las Antillas de la Pacha mama. Cargo que desempeñó con total dedicación durante cuarenta años. Hasta que fue informado de que se había equivocado de dirección y que aun lo estaban esperando. En ese tiempo se produjo el levantamiento de los zombies del Peloponeso y fue llamado como edecán castrense para dar calor y comfort a los aguerridos mozalbetes que acudieron desde el orbe todo a sofocar la revuelta. Como en aquel tiempo no había buenos efectos especiales la revuelta de los muertitos aquellos fue bastante aburrida y pronto se dió por concluida (Por ese motivo no aparece en los libros de historia). Sin embargomente, su dedicación a la noble causa de la fe verdadera fue tan encomiable que le concedieron la medalla a la virtuosidad y una mención honorífica en el telediario de ese fin de semana. Además, como premio por su dedicación, fue ascendido a edecán castrense de primera A. y le regalaron un cinturón nuevo que hacía juego con los bigotes de reglamento del uniforme.
Estos nimios hechos constaron en su expediente y a los pocos días de su vuelta fue llamado a ocupar el cargo de obispo de Wilconsin. En aquellos tiempos Wilconsin era además de una ciudad, una marca de lavadoras y una unidad de medida de peso (venia a equivaler al cuarto y mitad, las mujeres del pueblo llano, en los colmados de entonces decían "Póngame usted, Don Severino -en el caso de que el colmenero se llamara de tal guisa, claro- cuarto de macarrones con tomate y un wilconsin de huevos fritos -que en tal época de vendían por barriles y eran objeto de gran estima). El joven Leoncio fue nombrado obispo de la ciudad.
Llegado que fue al consistorio episcopal y ocupado su lugar en la sociedad de la villa, comenzó a trabajar con tan grande denuedo y dedicación que quedaron todos los platos lavados y los salones fregados (en esa época no había ningún palacio episcopal que se preciara que tuviera menos de setenta salones de grandes dimensiones, para dar suntuosas fiestas y dar de comer al peregrino. El peregrino se llamaba Alfonso y comía mucho) y llamó a capítulo al edecán y mandólo a predicar la buena nueva.



De sus años como obispo en Wilconsin, narrase la anécdota de que estando un día pescando en el río que pasaba por el comedor de su palacio, unos niños que jugaban en un prado cercano discutían sobre la manera correcta de darle cocotazos al tontito de la clase. Enerbóse al oír tales argumentos el preclaro hombre de dios y díjoles a los tiernos infantes. "Mirad jóvenes tiernos, que no es correcto darle cocotazos a los tontitos de clase, que yo mismo, en mi infancia tierna, fui objeto de burlas y algunos golpes por parte de mis condiscípulos, y no es materia gustosa para la formación del espíritu".
Contestóle el mas díscolo de los niños: "Entones, eminencia, ¿a usted le pegaban de niño?"
Díjoles el buen obispo: "Asi es, niños bondadosos"
Tras meditar un instante, apostilló el otro niños "Pues si era tontito de niño, lo seguirá siendo de mayor" y le dio un capón. Y luego de ello, se animó también su amiguito y entrambos pusieron fino al príncipe de la iglesia.
Fueron tantos su éxitos como obispo en ese tiempo, que la congregación lo animó a que se presentara a las oposiciones para cardenal que se iban a celebrar proximamente. Y así lo hizo.



En aquel tiempo las oposiciones era mucho más duras que ahora, que son unas mariconadas de oposiciones. Había que hacer muchos exámenes y las pruebas físicas eran durisimas. De los mil trescientos obispos que se presentaron a las pruebas, sobrevivieron  mil trescientos uno y aprobaron todos. De ellos, solo Leoncio sacó mas de un cinco y medio, y por tanto le dieron a él la plaza.
El trabajo de cardenal era muy agradecido. Tenía que fichar a las nueve de la mañana, tenía media hora para el bocadillo, una para la comida y a las cuatro de la tarde ya estaba en su casa. Le daban los fines de semana libres y le regalaban entradas para el cine. Un chollo, vamos.
Durante su tiempo como cardenal en la cardenalía de Oporto, se celebró el concilio de Grazalema III, donde se discutió la marca de la lavadora de la virgen. Se impuso el criterio del docto cardenal Sor Leoncio, que con el argumento irrefutable de: "...pero muchacho, a mi me lo vas a decir tu, ¡¡que he sido obispo de Wiconsin!!..." estableció que la marca de la santa lavadora había sido esa y no otra.
Consta en los libros de la comarca que fue tan grande su labor en tan encomiable tarea, que los cofrades de la cardenalía le regalaron una manta.



Fue ascendido a Papa (sin acento) por una orden ministerial y salió al balcón de San Pedro y saludó a las gentes y dijo cosas muy importantes. Durante su mandato se cambió el uniforme de la santa inquisición y el vaticano fútbol club subió a segunda, pero bajó enseguida.
Recibió en consulta privada  a sor Rubicunda del Santo Parnaso, madre superiora del convento de las clavelinas del corazón sangrante y la oyó en santa confesión. La excomulgó y le prohibió de forma taxativa que volviera a jugar al mus en los límites de su feligresía.
Excomulgó a un señor que iba a hacer la críticas de las misas para la radio local (razón por la cual hay gente que lo critica todo, menos la forma en que los párrocos dan las homilías)



Se murió un día que se ve que no tenía nada mejor que hacer y dejó escrito en su testamento que por favor no lo pusieran en los libros de historia ni nada, que era muy sencillo y no le gustaba llamar la atención ni nada.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Se acerca el invierno.

Susodicho Stark envainó la espada y se encaró con el posadero, poniendo una moneda en el mostrador.
- Mujeres y vino hasta que se acabe el duro.
El posadero cogió la moneda y la miró con desconfianza.
-¿Qué clase de moneda es esta? No es ponienti, no bravosi, ni...
- Es un duro de Franco, que también es una moneda antigua, -le dijo el aguerrido mozalbete- que os creéis que lo sabéis todo y no sabéis nada, So posadero.
Sus compañeros se rieron de su brabuconada y mataron a tres o cuatro parroquianos que había por allí.
- Cantemos alguna canción de guerreros, mientras bebemos, para parecer más machos, propuso uno de ellos, al que llamaban José Ignacio, el Comepollosasados, por su bravura en el combate con lanza
- Ja ja ja, - Respondió el que era conocido como Albertito, el Repipi, por su bravura en el combate con hacha, y empezó a entonar- La Loles tenía un conejo...
- Esa canción es de muy mal gusto - les interrumpió una voz de pito desde la penumbra.Quedaron en silencio, mirando al lugar de donde procedían aquellas palabras. Quien había hablado era un hombre con barba, dos brazos acabados en manos y dos piernas en la parte de abajo. Iba ataviado con una armadura muy limpia y había dejado encima de la mesa un espadón de tamaño familiar. Era un hombre muy grande. El posadero había tenido que romper el techo para que cupiera sentado. Mediría unas cuantas varas y algunos metros.



- ¿Quien osa decir que "El conejo de la Loles" es una canción vulgar? -bramó José Joaquín Espatarruets, apodado el decano circunflejo por razones que nos son del todo desconocidas, que había estado mirando a otro lado y no había visto al autor de las palabras -A ver ¿Quién ha sido el guapo?
El comepollosasados le dio con el codo y le señaló en la dirección apropiada.
- ¡Hostias! -exclamó el Decano circunflejo- una marranada es lo que es, y ni rima ni nada.
El hombretón se encaró con ellos.
- Mi madre se llamaba Romualda y tenía una granja de conejos en Poza de la doncella. Pero los Lanister abrieron un asador de pollos enfrente y se vino la ruina...
- Los putos Lanister.
- ¡Que cabrones!
- Si es que son...
- ¡Hay que ver!
- ...pero luego le compraron la granja a mi madre y se volvió rica, y a se compró un castillo.
- ¡Unos santos estos Lanister!
- Buena gente
- A mi el enano me cae más bien...qué majo es el cabrón.
- Y desde entonces -sentenció el hombre de talla superior- lucho por los Lanister y me dedico a matar a todos los Starks que encuentro. ¿Habéis visto a alguno por aquí?
- Que va -le contestó Susodicho Stark- no se les ve ni nada a esa gente que dice usted, señor, ¿verdad chicos?- les preguntó a sus amigos queridos del alma, pero estos se habían ido a la otra punta de la posada, para no molestar, y no parecían estar muy atentos a aquella conversación.
- ¿Va a querer usted otra ronda, señor Susodicho Stark? -le preguntó el posadero en ese momento a Susodicho - es que ya se ha acabado el duro, y como me dijo que hasta que se acabara y yo no quiero molestar, pues por eso se lo decía.
- Ummmhhhh....así que es usted un Stark, ¿no?
- ¿Yo? que va hombre, son bromas que nos gastamos, que va...
- ¿Y ese lobo, que es el emblema de los Stark, que lleva usted cosido en la camisa?
- ¿Un lobo? ja ja ja, no, no. Es un perro perdiguero, que se me perdió uno la semana pasada y me lo he cosido ahí, por si alguien lo encuentra que lo reconozca.



- ¿Y ese emblema de "I LOVE STARKS" que lleva en la capa?
- ¿Eso? Una apuesta que hice con un amigo, ya ve usted, que me dijo que si no era capaz, y yo le dije que sí, y el que no y al final... pero para ganar la apuesta, no se crea usted, que a mi no me gustan ni nada. Yo soy del Desembarco del rey Futbol Club de toda la vida.
- ¿Y esa etiquetita que lleva usted en el pecho que pone "Susodicho Stark le da la bienvenida a Invernalia, que es la tierra de las flores, de la luz y del amor"?
- ¿Eso? Eso es que tengo un sobrino...
- Maese Susodicho Stark -le interrumpió el posadero otra vez- que si les pongo una ronda a sus amigos.
- Ummmhhhh... - murmuró el hombretón- aquí hay algo que no me encaja, en este ejemplar del "Interviu de Invernalia" -dijo sacando una revista del zurrón- detrás del reportaje de la ama de cría de Sansa Stark en pelotas, hay una entrevista a un tal Susodicho Stark, un tío muy feo y con gafas, como vos, que dice ser... a ver... "...yo soy la hostia, pero en bonito...y a los Lanister me los meriendo de tres en tres...la reina Cersei es en realidad un tío..." ...ummmhhhh... aquí: "...todos los simpatizantes de los Lanister son mariquitillas, y cuanto más grandes sean mas mariquitillas son, y si alguna vez me encuentro a alguno en la posada de la Font del cat, donde voy a beber con mis amigachos y a cantar canciones de los Starks, le meto una paliza que lo dejo baldao, al gilipoyas, ni que la madre tubiera una granja de conejos ni nada, que hay que ser imbecil..." ummmhhhh...¿esto no lo ha escrito usted?



- ¡Que va, hombre! Si ni es mi letra ni nada, ahora verá...posadero, trae útiles para escribir.
Trajo el posadero una libra de papel, lapices de grafito sin pulir, varias estilográficas, algunas máquinas de escribir de la época, varias plumas de diversas aves y una garrafa de tinta de manteca de cerdo, que era, a la sazón, la mas celebrada de las tintas en uso.
- Mirad, mirad -Dijo Susodicho Stark, apodado el fantasmilla de la Font del cat por sus alegres amigos- ¿Veis? no es mi letra.
- Ummmhhhh -dijo el inmenso hombre- pero las os ambos las habéis hecho redondas.
- Bueno, eso sí, es una costumbre del norte, pero observad como mi O mayúscula es mucho mas mayúscula que esa otra O, que parece un cero de lo birria de O que es.
- Eso sí es verdad.
- Claro, hombre.
- Pues entonces nada, me iré a buscar Starks por otra parte. Con las ganas que tenía yo de matar alguno hoy.
Y se marchó el gigante.



martes, 26 de agosto de 2014

La tercera parte del Quijote. Capítulo Primero

En esa búsqueda incansable de los incunables del medievo, el insigne paleontólogo bibliográfico Don Susodicho Express, nos hace hoy (ver calendario) partícipes de su más importante descubrimiento. Se trata, como todos ustedes habrán adivinado, del manuscrito original de la tercera parte de la obra de Cervantes. El hecho de que haya aparecido dentro de un frasco de galletas en la cocina de Don Susodicho puede justificar el recelo con que algunos insignes intelectuales de esos que llevan gafas y hablan raro han recibido la nueva buena. Pero como el insigne investigador dice:
"A lo mejor en esa época vivía en esta casa y un día se levantó de su sofá para cojer una galleta con el libro en la mano y no se dio cuenta y lo guardó en la caja y se tuvo que ir a correr o a batirse en un duelo o algo y no se acordó de que el libro estaba allí. Y no tiene nada que ver que esté escrito a bolígrafo, a lo mejor no tenía plumas de esas que salen en las películas o era alérgico o algo, y el hecho de que tenga una letra que se parezca a la mía es solo una casualidad. Y si el libro está dedicado a mí es un detalle muy bonito, no se qué le ven ustedes de malo, es que son ustedes...hijo mío. Oiga, el fotógrafo, deje el jarrón donde estaba, haga el favor"

En este afán tan nuestro por poner en general conocimiento todos los grandes hallazgos y hallamientos de la cultura mesolítica (signifique eso lo que signifique) y medieval, he aquí un extracto del capítulo primero del incunable libraco.




CAPITULO I
DE COMO LOS MARSCIANOS DE ALLENDE EL CIELO FABIAN RESCATADO EL CUERPO DE DON QUIXOTE ET LO METEN EN UNA MACHINA MARABILLOSA LA CUAL MACHINA LO RESUSCITA ET DESPUES DE UNAS PLÁTICAS DE SUMO DIVERTIMENTO LO ENVÍAN A DESFACER ENTUERTOS ET A FACER GRANDES MARABILLAS QUE FARAN PERSIGNARSE A LA MUXER DEL MESONERO ET DE COMO SANCHO PANZA SE TOMA DÍAS DE ASUETO ET MANDA EN EL SU LUGAR A SU SOBRINO FABRIQUIN, EL CUAL FABRIQUIN ERA TONTITO PORQUE EN SIENDO PEQUEÑO SE DIOSE CON EL PICO DE LA MESA EN LA FRENTE ET PARTIO LA MESA ET LUEGO LA MORDIÓ ET ALLANDOLA SABROSA SE LA COMIO Y SE VE QUE LE SENTÓ MAL O ALGO PORQUE YA SE QUEDO TONTITO

"...Et le dixe al que parescia ser el jefe: Mire maese marciano, que en habiendo se de agradecer que me retorne a la vida, ha sido por otrora una faena, que estando yo tan ricamente muerto no fabia de andar dando de coscorrones et tropeszando con molinos et otras gilipoyadas. Et dixome el maese marciano cosas que en su fabla debían de ser de sabio entendimiento, porque solo le entendi Uuuuuu y hasta UUUuooooo, que parescía mas bien un buho pesadito.
- Face muy bien vuesa merced en ponerse chulo, señor Quixano, que una vez yo vi un marciano y me dijo lo mesmo.
- ¿Qué dices Fabriquín? ¿Has visto tu por ventura tal maravilla?
- No me acuerdo, maese, es que como a veces bebo y soy tan mentiroso, igual no era marciano él, o yo no estaba et me lo fabían contado o lo mesmo sí.



Et llegados fueron a este punto, pusieronse a dormir, teniendo buen cuidado el ingeniosos hidalgo de apretar el culo contra una peñasco, no fuera que el tal Fabriquín, además de cumplido raro fuera también rarito.
Despertóles la calandria con sus trinos et fueronse a un arroyo que por allí discurría y lavaronse las partes pudorosas y hasta las caras (Cada cual la suya) et viendo que se les echaba la hora de comer y no habían con qué, pusieronse en marcha hacia una venta que en la lontananza se veía.
Dixole Don Quixote a Fabriquín:
- Has de saber, esquizoide Fabriquín, que en una venta tal como esta vivia la bruja Mari Carmen Pérez Pocahontas, que fue de gran fama porque además de bruja diplomada et de grandes hechizos et comjuros, daba unos capones con los nudillos que levantaban ampollas en los tiernos infantes del repugnante villorrio. Et además, era de gran fama et grande maravilla, que sabía medir los tiempos con tan grande premura et discernimiento, que cuando ella decía "de aquí a un rato" era por justeza un rato lo que pasaba et no había quien pudiera discutir tan grande verdad.
Respondiole fabriquin:
- Eso no es nada, maese Don Quixote, que en las tierras donde pasube mi infancia, fabía una bruja que por casualidad llamabase de igual manera, et era capaza de dando grandes voces et alaracas, llamar marranas a las vecinas et aun cochinorras, pero con tan grandes simpatías que las vecinas la querian de lüenga manera y solo llamabanla fijadelagranputa en carnestolendas.
- Maravillame - dijole el ingenioso hidalgo- que tan grandes venturas acontezcan et vos sepais de ellas.
Y mientras tal hablaban llegaronse hasta la venta et aunque hallaronla sucia et destartalada se decidieronse a entrar, dejando, eso sí, los jamelgos en la jamelguería.



- A de la venta -dijo Don Quixote al cruzar el umbral.
Salió de detrás del mostrador un mesonero calvo que ocultaba una risa tras las sus manos cayudas.
- A de la venta dice, que gracioso -dijole el mesonero
- ¿Es por ventura que en esta mañana podamos yantar algunas viandas en esta venta? -le dijo el hidalgo al ventero
- Maria, María, ven que te lo estás perdiendo -dijole el mesonero a su mujer. Esta salió casi al instante con su escoba en la mano, una risa circunfleja en la cara y preguntando -¿Que ha dicho, que ha dicho?
- Que si puede yantar dice, que caxondo -contestole el mesonero
- ¡Ay, que no lo he oido, dile que lo diga otra vez, esposo mío! -dijole al mesonero la mesonera consorte.
- Calla, calla, a ver que dice -dijola el mesonero
Como el ingenioso hidalgo comenzara a amoscarse, quiso intervenir Fabriquin, mas como era Lelo no supo que decir y se quedose farfullando incojerencias y desequilibrios. Y ya las chanzas fueron a tan alto grado que rompió a reir la moza que limpiaba las mesas, y tras ella la mujer del mesonero y hasta el mesonero mesmo.
Et viendo que todos regocijabanse de tan alto grado, dijoles el ingenioso hidalgo
-Miren vuesas mercés, que en habiendo sido la hora crepuscular et el tiempo de comer llegado, es menester que nos sean fritos unos huevos con puntillitas para que el cuerpo humano español repongase del ayuno y podamos proseguir con nuestra tarea, de tal manera que en llegando la hora nona sea el momento de cenar et de sopar en la sopera.
Cayose el mesonero al suelo de la risa et a la moza que limpiaba las mesas diole un hipo. La mujer del mesonero se habia ido del punto en un rincón et yacia de cuclillas.
-La madre que lo parió -farfullaba la insensata.
Dijole don Quixote a Fabriquín en una aparte:
- Cosa de encantamientos es esta, Fabriquin, que en habiendo pedido algo de yantar ya ves como se ríen y no nos sirven. Por ventura me malicio que algun malvado enemigo haya ejecutado un sortilegio y estos pobres no sean capaces de discernir lo que en verdad les acontece.
- Ay, que me meo -dijo la fregona
- Ja ja ja -dijo la mujer del mesonero, sentandose en el suelo.
- ¿Y si nos fueramos yendo, maese hidalgo? -dijo Fabriquín.
Recogieron sus jamelgos et pusieronse en marcha. Y al poco, en otra venta se comieron un macpollo.

jueves, 17 de julio de 2014

Anatomía de Susodicho. Capítulo 4.

El ataque de los zombies esquizofrénicos.


Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3

Esta mañana Susodicho ha recibido un wasáp del excelentísimo señor superdirector del Hospital del condado. Lo insta a que, por favor, vaya a echar una mano algunas tardes en los quirófanos de la planta superior. Por lo visto unos zombies aquejados de fervores y locuras varias están molestando de manera inusitada a todos los departamentos.
El departamento de bomberos y la policía metropolitana se llaman Andana.
El departamento de estado está de vacaciones.
La presidencia del gobierno está midiendo los tiempos.
Y los zombies se están poniendo de un pesadito que ya da grima. Por ejemplo, el otro día que estaban los enfermos echando el pitillo de la escalera, y llegó un zombie que se ve que no tenía nada que hacer, y se tuvieron que ir sin acabar el cigarrito ni nada.



Así que ha cogido sus cosas, se ha hecho un bocadillo de nocilla (¡¡está de un goloso!!) y se ha ido a operar, o a diagnosticar o a lo que sea menester.
Nada más llegar se ha encontrado con la enfermera pelirroja (que yo creo que es puta), pero como ayer no se afeitó se ve que no lo ha reconocido y no le ha dicho nada.
La tercera planta estaba invadida o bien por los gremlims o por unos señores muy feos y muy gritones.
Los problemas empezaron al llegar a la planta que hace la número cuatro. Allí se ha tropezado con un zombie en plena crisis de ansiedad. Repetía una y otra vez frases sin sentido y la alineación del Brasil-Alemania. Como nuestro héroe (a falta de otro mejor) es un hombre con recursos, lo ha podido arrinconar contra la maquina expendedora de aspirinas y lo ha operado de un orzuelo. Le ha recetado reposo absoluto y que no cante zarzuelas. O por lo menos, que él no las oiga.
En la planta quinta había una pareja de recién casados discutiendo. Ella es la famosa cirujana de Páncreas y Pancetas Doña María de la Pandereta (seguro que la han oído nombrar alguna vez), por lo visto le había prometido a su prometido (un insigne instalador de bombillas) que cuando estuvieran casados lo dejaría operar de vez en cuando, y con lo de los zombies no ha podido ser. Y él, que debe ser un señor muy arisco, no se lo ha tomado bien.



- Es que... para una vez que te pido algo, a ver...¿Porque no me has dejado que le amputara las orejas  a ese señor calvo mientras tu le trasplantabas los epiglocios?
- Porque no puede ser, José Luis Rodríguez, que están los zombies muy pesados y tú eres muy despistado. ¿Y si le hubieras perdido alguna oreja? Que con esas cosas no se juega.
- Lo que pasa es que tú no me quieres.
- Que sí, tonto. Anda, que te voy a dejar que le extirpes los glucamatos a un paciente que tengo dentro de un rato que se le ha inflamado un padrastro. ¡Verás que diver!

Al llegar a la planta sexta se encontró con las primeras señales de caos. Un grupo de auxiliares había levantado una barricada en el pasillo. Estaban parapetados tras varias mesas de escritorio y una camilla. Tenían aspecto cansado y huraño. Uno de ellos, la más mujer, estaba asustada.
Desde detrás de una habitación se oía la amenazadora voz de un vendedor de enciclopedias que los exhortaba a comprar un tratado sobre la vida en la reserva apache de Villa Frufrú de la Ponderosa.



- No se acerque más, cirujano, -le advirtió el más calvo de los auxiliares (éste era de clínica)- el vendedor está desatado. Con la amenaza zombie han aparecido seres de todas clases. Este es de los más pesados.
- Es que yo, como soy cirujano -les explicó Susodicho- y ya tengo una enciclopedia de cuando hice la comunión...
- Siendo así, pase -le dijo el más gafotas de los auxiliares (este era auxiliar de enfermería)- pero no se acerque demasiado a la puerta, he oído que algunos muerden.
Más allá de aquel pasillo encontró otra barricada. Esta la habían puesto los zombies y estaban escondidos tras ella fumando porros y contando chistes. Cuando uno de ellos lo vio acercarse, intentó ponerse de pie y hacer "Grreeee greeeee", pero le dio la risa a los que estaban al lado, y se tuvo que volver a sentar porque el pobre se pudo haber partido.
Tras aquella  muralla estaba el cuarto donde se reunían los cirujanos a merendar (el de reunirse a cenar estaba aún más arriba) y como era la hora de la merienda, lo oportuno era pasar por allí.
Un cirujano en prácticas (aun llevaba la L en la espalda) mojaba una magdalena en el té; varios otros jugaban a cartas, y aún había otro que fumaba un cigarro tras otro (pero siempre los mismos dos pitillos) y no dejaba de murmurar "Vamos a morir todos, vamos a morir todos"



- Yo te conozco -le dijo uno de los jugadores- tú eres maricón de la parte de atrás del glúteo.
- No -le contestó Susodicho poniéndose colorado, colorado- yo soy cirujano.
- Pues me la agarras con la mano -le dijo  el sujeto.
Y todos se pusieron a reír con gran desafuero y sin medida. Y les dijo Susodicho:
- ¿Ah, sí? pues ahora me voy y ya no os ayudo.
Se vino para casa y se comió el bocadillo en el saloncito.
Continuará...

miércoles, 25 de junio de 2014

Don Pánfilo Carahuevo. Insigne benefactor. Terquísima parte.

Como fuese contado en un capítulo previo,  Don Pánfilo tuvo que destraducir un manual muy bonito de las ballestas en el medievo. Tenía muchos dibujitos y colores y habían pintados unos monigotes muy simpáticos, que mataban a otros monigotes que sonreían menos. Dejándose llevar por la emoción del momento, decide escribir él mismo un manual en su lengua vernácula (vernaculés) sobre el uso apropiado del pañuelo (moquero en vernaculés) y como hay que usarlo para que no se queden los deditos sucios.
Anuncia pues su disposición a escribir un tratado magistral sobre el tema e inmediatamente la élite intelectual del orbe conocido se interesa en tan magna obra.



Mister Crispín O'Hara, eminente filólogo antillanés que se encontraba en esa época dando unas conferencias clandestinas en la Universidad de Gaspachow sobre el uso del tomate en la sopa fría intenta minimizar la importancia del proyecto de Don Pánfilo con unas declaraciones que suenan a envidia cochina: "Pero si sonarse el algo que todo el mundo sabe hacer" (Lo que pasa es que al ser Mister Crispín extranjero, habla raro y lo que dijo sonó como "Guachi guachi guachi guachi")
Don Pánfilo esta vez no se queda callado y habla. Lo hace en Vernaculés y lo hace con ese gracejo tan propio de él. "Amo a vé si en lugar de andar diciendo tonterías estamos a lo que estamos y le echas un poquito de pimiento verde y ajo a esa sopa de tomate tan sosa que haces, listo, que eres muy listo". Mister Crispín queda avergonzado, la sugerencia del insigne prócer es llevada a cabo por la curia de la Universidad. Había nacido la sopa fría de tomate que llegaría a dar renombre a Gaspachow a nivel universal.



María de la Pirindola, mientras tanto, ha iniciado la hercúlea labor de sacar punta a todos los lápices del castillo. Hay siete y todos ellos se encuentran de forma permanente afilados y listos para escribir "trigonometría" u "ortopedia" en un tiempo record.
Al cabo de pocos meses de intensa labor investigadora, el primer volumern de la magna obra queda acabado. Las élites intelectuales lo devoran con fruición y los más grandes lo alaban. No cabe duda de que la materia es tratada de forma magistral, a pesar de la gran enjundia del tema. Pero los más mezquinos no tardan en zaherir la insigne labor. Así, Mesié Críspulo Guá hace una crítica demoledora: "Parece mentira que alguien haya escrito ¡Ahi va! en lugar de ¡Caramba!; o ¡Cáspita! en lugar de ¡Caracoles! Pero, además¿Qué es eso de hubió? ¡Vamos y vamos! ¡Lo que hay que ver!"
Don Pánfilo tampoco se queda callado esta vez, y desde la sección de cartas al director de "Herald Daily News in the morning" le contesta: "¿Y tú que? cabezabuque, que eres más feo, hijo mío". Mesié Guá sin embargo insiste poco después desde la sección de cartas al subdirector del "Examiner de Trescantos", lo hace bajo seudónimo y usando un lenguaje vulgar y barriobajero, entre otras cosas dice "...estimado señor subdirector, éste que lo es..." lo cual, como es fácil conjeturar, supone una afrenta inclasificable contra quienes, como Don Pánfilo, no son señores subdirectores.



Interviene en este punto el archidiácono del lugar y dicta una bula cisterniense. El público se agolpa en las grandes librerías para comprar el libro que ha escrito el insigne prócer. Y eso que no llevaba fotos de señoras sin ropa ni nada. Gana el premio Pulitzer dos meses seguidos y se queda segundo en un certamen de narrativa que organiza todos los veranos el ama de llaves de su castillo (Curiosamente su obra fue la única que se presentó).
El éxito es tal que se pone inmediatamente mano a la obra para escribir el segundo volumen, que habría de suponer en el mundo académico un revulsivo de proporciones épicas. Pero no le dejan trabajar. En Hollywood y en Louisiana quieren comprar los derechos para hacer una película. En Hollywood quieren adaptar su libro en una obra de acción en la que unos marcianos no pueden invadir la tierra porque no saben sonarse apropiadamente. La versión de Louisiana es más romántica y una joven se enamora perdidamente de un señor por la forma tan masculina en que se suena.
María de la Pirindola deja de afilar lápices y contesta el teléfono cuando éste suena y por este sencillo método consiguen que el sabio se pueda concentrar en su trabajo.



Son meses de intenso estudio e investigación, pero por fin ve la luz, un 26 de Junio, el segundo volumen del magno tratado sobre el uso del moquero. Lleva por subtítulo, "La venganza del moco".
Hay una gran consternación en el mundo académico. Esta vez las tapas son de color verde y no granate, como en el primer tomo.
La crítica las considera una obra menor, y además el libro ni hace bonito ni nada.
En un intento de revalorizar su trabajo, el profesor Carahuevo da una serie de conferencias sobre la manera correcta de usar el pañuelo. Las da en su idioma nativo con unos subtítulos en vernaculés que él mismo se va poniendo.
La primera de ellas tiene lugar en el Claustro del Vicerectorado de la Universidad Bermeja de Nueva Cáceres (ver mapa). La conferencia transcurre con mucha corrección hasta que, en un intento de hacer una demostración de la forma correcta de interpretar sus sabias teorías, se suena. Acaba (sorpresivamente) con los deditos llenos de mocos.
Es el descrédito inmediato.
Algunos oportunistas se rien de él. Los más sangrantes son Mesié Críspulo Guá, que desde el "Tocomocho news" se mofa "Ja, ja, ja. Que te vas a manchar, señor sabio, vamos y vamos".
Mister Crispín O'Hara es más lacónico y solo comenta "Toma, enterao"



Don Pánfilo queda desanimado y se va a su castillo. Allí manda a paseo el tratado del moquero y se come un kilo de helado él solo.
Continuará...

lunes, 9 de junio de 2014

Cuentos ejemplares (II)

LA FÁBULA DE LA BALLENA, EL ABEJARRUCO Y EL SACRISTÁN.

Lo que sigue es un fragmento de "El libro de los saberes ancestrales".
Dicho libro pasó recientemente a disposición judicial por gamberrismo y cantar coplas populares en la vía pública (Nosotros tampoco nos lo explicamos)



"...et fabiendo comidose el sabroso cocido de manitas de cerdo con un huevo frito en lo alto de los garbanzos, dixo el sabio arcipreste a sus cabezones discípulos:
Habéis de saber, prófugos y dilectos rapaces que'en cierta ocasión fabía una ballena que vivía en la alta mar, esquina al mar de los sargazos, et tenía por costumbre, la tal ballena, cantar romanzas y chirimiris a las altas horas de la madrugada. Et un abejarruco que solía pasarse por las inmediaciones, y que estaba aquejado de diversas molestias intestinales y tenía alta la tensión, le dixole a la ballena cantarina: Porque no se calla, maese ballena, que no es que tenga vuecencia la voz fea, ni que le suenen a diversas pitosidades sus esbeltas cuerdas vocales, pero es que las horas que son, y que ya refresca en la tibia mañana el rocío, y que hace sueño, y que si se puede usted callar, o algo. 


Et la ballena, que no le prestó atención al abejarruco, prosiguió con sus trinos melodiosos.
Et insistióle el abejarruco: Mire vuesa merced, que las horitas que son y aún no he podido barrer el nidito, y sus cantos y gorgoritos, que me suenan a música celestial, pero que resultan molestos si se escuchan con las orejas, que si facereme el favor de callarse o de guardar silencio, lo que mejor le venga a vuecencia.
Et continuó cantando la ballena et dixose el abejarruco para sus adentros: Te va a enterá, so lista.



A pocos miles de kilómetros de allí, se encontraba la sacristía de San Fermín del Parnaso, que fue un santo muy gordito y muy milagrero, que cada vez que facía un milagro se quedaba durmiendo. Fabía puesto el sacristán de la sacristía un tejemaneje de arte y ensayo en lo alto del campanario. Et una teja fabía quedado suelta. Et llegado a la sacristía el abejarruco, tomó la teja y fuese a ver a la ballena. Y en llegando a donde estaba el cefalópodo (Nota del cronista: en la edad media no se consideraba a las ballenas cefalópodos, sino crustáceos. Este error parece ser debido a la ignorancia del autor del relato, que en algunos casos llegaba incluso a incluir a los huevos huevos fritos dentro del grupo de las verduras, aunque no fueran acompañados de patatas) le dixole: ¡Que te calles, cojones! y le soltó un tejazo. Pero quiso la fortuna que la ballena esquivase la teja et que aquésta fuera a dar al sacristan, que se bañaba con las vergüenzas a la luz de la luna, en una playa muy coqueta.



Dióle la teja al sacristán. El sacristán tomó el tejazo por admonición divina et vistiéndose con premura et sus ropajes, salió corriendo a sus aposentos et dando grandes voces decía: Non volveré a bañarme con los colgantes al aire, que el santo padre advirtiónos en su homilía XXVII de Junio del presente año de nuestro señor de tales desmanes. Faréme con telas et otros metrajes un pantaloncillo para usar en las horas del baño que no incomode al santo padre et con ello puesto podréme bañar a altas horas de la circunfleja hora nona. Et para las sabias madres superioras de los conventos, faré otros atalajes que les tapen las verguenzas colgaderas et llamarélos bañadores y biquinisis. Et como pueda, a ver si los biquinisis los hago tres tallas más pequeños.



Et así fue, cabezones et dilectos alumnos, como se inventó el traje de baño, Para mañana, una redacción de tres folios con el tema: Porque es de menester usar traje de baño y donar grandes sumas de doblones al arciprestazgo del condado. Fernandito, no te metas el dedo en la nariz, o por lo menos, que la nariz sea la tuya..."

miércoles, 4 de junio de 2014

El caso de los documentos secretos

Aquella madrugada se anunciaba aciaga y oscura.
Susodicho se había despedido de su trabajito de las tardes en el hospital del condado y Melocotona se había marchado a Transilvania del norte (ver mapa) a ocuparse de una plaga de hombres lobos que se estaban comiendo la cosecha de sus padres.
Alguien había deslizado una nota manuscrita y misteriosa bajo la puerta de nuestro héroe y éste se había levantado sobresaltado.
Allí permanecía el papel, a escasos centímetros de la rendija, cuando lo cogió con mano trémula.
"¿A qué hora abre usted la oficina de investigador privado?" Se podía leer.
"A la hora de siempre" garabateó con un bolígrafo en una nota de papel aparte, y la deslizó a su vez por debajo de la puerta.
"Vale, pues luego lo veo". Alguien había vuelto a escribir y a meter bajo su puerta.
Cuando a la mañana siguiente, después de haber desayunado y hecho sus abluciones, el insigne detective e investigador llegó a su oficina de detective, descubrió consternado que alguien había dejado una nota sobre una silla en el recibidorcito de la entrada.



"Ahora vuelvo" se podía leer. Y efectivamente, volvió.
Volvió un sujeto aciago y oscuro que dijo llamarse Don José.
- Vengo a contratarlo para que encuentre unos documentos secretos -le espetó el sujeto.
- Comprendo -dijo Susodicho comprendiendo.
- Son unos documentos secretos muy importantes.
- Ajá
- Si esos documentos no aparecieran...sería como si el fin del mundo y el hundimiento del Titanic tuvieran lugar al mismo tiempo en un palmo de terreno.
- ¿Y eso sería malo? -Dijo Susodicho poniendo cara de poker.
- Malísimo, malísimo... sería más malo... Sería la hostia de malo.
- Acepto el caso. Mis honorarios serán a tanto la hora y necesitaré que me deje alguna foto de esos documentos, así como diverso material y algunas cosas de sumo interés.
- Lo que usted me pida, lo que usted me pida -dijo el sujeto aciago y oscuro cayendo de hinojos e hipando como un campeón.



Aquella noche, ataviado con su gabardina de las investigaciones circunflejas, nuestro héroe anduvo por las callejuelas de los bajos fondos y entró en un garito sucio y maloliente, con luces de neón rojas en la puerta y un gran cartel que anunciaba "Chicas, chicas, chicas". Tenía toda la pinta de ser, o bien un puticlub o bien un club de putas. Susodicho se encaró con el encargado.
- ¿Qué va a ser? -le soltó el hombre de detrás de la barra.
- ¿Me invitas a una copita? ¿Me invitas a una copita?¿Me invitas... -le decían desde detrás de su oreja más derecha, con cierta voz de cazalla fresca.
- ¿Que va a ser quién? -inquirió con dureza el detective- si se refiere al hijo de mi vecina, fue niño. Y ahora quiere ser cantante de baladas. Pero no creemos que pase de tonadillero.Póngame una copa de algo fuerte -remató con voz de hombre (pero de otro hombre con más patillas)
- ¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?
Cuando el hombre aciago y oscuro de detrás de la barra volvió con un vaso con algún líquido dentro y se lo puso delante, encima del mostrador, Susodicho lo miró a los ojos (el sujeto aquel tenía dos en la cara) y le preguntó con la dureza de un calamar pasado de fecha.



- ¿Ha visto por aquí ultimamente algún documento secreto?
- No sé de qué me habla
- ¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?
- Me refiero a esto -dijo el sagaz detective tendiendole una foto de los documentos. Tengo entendido que suelen verse ultimamente muchos documentos de esta índole por aquí.
- Yo no sé nada. Yo no sé nada. Déjeme por favor... -hipaba desconsolado el hombre de la barra.
- ¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?
Alguien tocaba en el hombro al detective y le hacía señas para que lo siguiera. Susodicho lo siguió hasta una puertucha asquerosa que estaba en un rincón repugnante (los antros sórdidos son así, amiguitos) y le dijo que entrara.
Empujó la puerta para abrirla y descubrió un pasillo oscuro y tétrico. Lo recorrió como Perico por su casa y se encontró delante de una puerta que estaba entornada y en la que había un letrero en el que se hubiera podido leer "Despacho del Jefe" si no hubiera estado tan oscurísimo.
- ¡Pase pollo! -le dijeron desde dentro.
Susodicho pasó. No es que se pensara que era un pollo, pero supuso (es que uno es detective por algo) que como no había nadie más debían referirse a él.
- Buenas noches, señor.
- Déjese de  circunloquios y vayamos al grano ¿Tiene usted aspirador?
- Sí señor. Y en cuanto tenga edad para sacarme el carnet lo sacaré de su caja.
- Pues por un módico precio le voy a vender a usted otro. ¿Que le parece? Es bueno, ¿eh?
- Es que yo soy detective y estoy investigando un caso de unos documentos secretos, que me han contratado y ahora no puedo...



- Y ¿a ti que más te da? Cómprame un aspirador
- ¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita?¿Me invitas a una copita? -le preguntaban con suma curiosidad desde su espalda.
- Es que ahora no puedo
- Si es muy bueno, mira como aspira, mira
- ¿Me invitas a una copita?
Y entonces los vio y los reconoció en el acto. Sobre la mesa del sujeto extraño aquel, sobre una pila de papelotes, al lado de una carta que decía:
"Querida Majestad:
Ya he vuelto a descubrir otro continente.
Estoy hecho un machote.
Suyo:
Colón"
y encima de un sobre en el que se podía leer:
"Garantías de aspiradores"
Estaba, sin ninguna duda, el documento secreto que estaba buscando.



Susodicho contuvo las emociones que intentaban embargarlo con ímpetu desgarrado y sin darle demasiada importancia le soltó a bocajarro al sujeto misterioso.
- Cinco con las que saques.
 - ¿Me invitas a una copita? -sonó una voz a su espalda.
- ¿Como dice pollo? -preguntó el sujeto misterioso (estaba curiosón ese día)
- Que digo que cinco con las que saques, que que buena noche se ha quedado y que basta ya de farsas y embustes. Lo sé todo. Esta señora que tanto pide copitas no es quien dice ser, sino la mujer del mono que sale en las botellas de anís.
- Oiga, joven, sin faltar -Espetó con sorna la aludida. Y remató con sonoridad- ¿Me invitas a una copita?
- Y usted no es un honrado señor misterioso que vende aspiradores, sino otro señor misterioso que colecciona documentos secretos.
- Pero ¿cómo se atreve? ¿Es que no le gusta este aspirador? ¡Con lo bonito que es! Espere que le saco otro en verde oliva con hueso que es la monda de bonito y tiene un rayo pintado y todo, espere, espere...
- Es que es muy tarde ya y luego me riñen -dijo nuestro héroe cogiendo con mucho disimulo los documentos y saliendo del tétrico y mugriento cuarto.

A la mañana siguiente lo esperaba una rubia imponente en la antesala de su despacho.
- Soy Don José -se presentó la señora- es que ayer con las prisas no me pude peinar -aclaró con mucha amabilidad- ¿Ha encontrado usted los documentos secretos? Porfa, porfa.



- Sí, Don José. Los he encontrado. Me ha costado pasar penurias y sinsabores de diversa índole. Anoche tuve que cenar una tortilla a la francesa, con eso se lo digo todo.
Don José no pudo impedir que una lágrima asomara a sus ojuelazos.
- ¡Cuanto lo siento! Pobre señor detective. Hijo de verdad...
- Helos aquí -y los puso sobre la mesa.
- La rubia imponente, aciaga y oscura (pero hoy ya menos), miró los papeles y luego al detective. Y luego a los papeles, y al detective, y a los papeles y así.
- ¿Pasa algo?
- No. Es que estos documentos secretos no son los que yo le había pedido. A ver, entiéndame usted. Que no digo yo que no sean unos documentos muy buenos y muy secretos y eso...pero no se apene usted, hombre, no me haga pucheros, por favor, es que estos no son...ea...ea...el detective guapo que ha encontrado los documentos....no llore, hágame usted el favor, venga va, que si que son. Que sí que son los documentos que decía yo, que se lo decía de broma ¿vale?
Venga pues no se hable más, ya vendré a pagarle otro día, que hoy le veo muy ocupado.

Y como hacía muy buena mañana, Susodicho se fue a la playa.

sábado, 10 de mayo de 2014

Don Pánfilo Carahuevo. Prócer insigne y benefactor cincunflejo. Parte ségun.

Como vimos en un capítulo anterior, a la tierna edad en que le estaban saliendo sus primeros pelos, Don Panfilito conoció a la que a habría de ser la musa preclara de sus invenciones y descubrimientos, María de la Pirindola, que andando el tiempo protagonizaría un cuplé y algunas películas de Tarzán.
 


Pero no adelantemos acontecimientos.
Aproximadamente por esas fechas le llega un encargo del gobierno de la ínsula Barataria, que al grito de "El Peloponés els roba" se habían declarado interdependientes de unos almacenes muy grandes (aún no se manejaba el concepto actual de "grandes almacenes"). El general Pinochillo, nuevo líder de la recién nacida democracia Barataria quiere poner a un hombre en la luna, y si es posible, que no vuelva. El astronauta elegido (más o menos) es D. Rinoplastio Tercero, antiguo virrey de la ínsula.



Don Pánfilo acoge el encargo con entusiasmo y contrata a la bella María de la Pirindola como científica y ama de llaves. María no ha tenido nunca una llave de su propiedad, y cae en un profundo éxtasis de agradecimientos y parabienes, pero el insigne prócer no tiene un triste llavero que darle y ella anda todo el día con los bolsillos desfondados por las llaves. Sin embargo, el entusiasmo de la pareja es aún mayor y se enfrentan al reto del viaje a la luna. Pánfilo enseña a su joven ayudante a contar sin los dedos y ella le ayuda en las dificilisimas ecuaciones de segundo grado que todo sabio que ha intentado mandar a alguien a la luna sabe que se producen.
Pasa el tiempo, el viaje a la luna no se produce y el general Pinochillo se impacienta. Pero poco.
Al día siguiente se impacienta más, y ya al tercero manda a los científicos una carta que, entre otras cosas les dice: "...el pequeño Juaquinito me ha suspendido ortopedia crepuscular, no sé que voy a hacer con este muchacho. Ni estudia ni me deja dormir, ni nada. A ver si os acordáis de lo del viaje a la luna que os dije y os dejáis caer por aquí y nos tomamos unos cafeses. La tía Engracia se ha vuelto a morir..."
La misiva causa consternación entre las jóvenes promesas de la ciencia. Don Pánfilo toma un martillo y dejando de lado todos los cálculos previos, construye un cohete.



Es un cohete estupendo, con ruedas y rodines. No vuela mucho el primer día. No vuela nada el segundo, pero es un principio.
Los acontecimientos se suceden. El hijo del futuro astronauta, Don Rinoplastio Tercero B, da un golpe de estado el jueves dia 10 de mayo ("de mayor" en el idioma de la ínsula) e intenta hacerse con el poder. Hay un gran revuelo en la capital. El general Pinochillo se hace fuerte en el comedor del palacio presidencial y pide menú tras menú. Don Rinoplastio se niega a dialogar. El jueves 10 de mayo, un poco más tarde, pide el postre y le es denegado. Como aún no existe la ONU ni nada de eso, nadie puede hacer nada. Ni acercarle un triste pastel de chocolate, ni de frambuesas con un poco de nata por encima, ni por debajo, ni nada. A media tarde se ha resuelto la crisis. El general ha huido escondido entre los platos sucios y el nuevo gobierno lo primero que hace es sentarse en el trono.
Se le agradece a Don Pánfilo su trabajo y se le dice que pagarle, lo que se dice pagarle, no le van a pagar; pero que contará siempre con su simpatía.
Don Pánfilo está harto de la política y decide retirarse a investigar y a diseñar cosas, y a hacer ecuaciones y cosas de esas raras que hacen los sabios todo el santo día.



Son tiempos de gran efervescencia científica. Por esas fechas hace pública su teoría de la alopecia robótica y el teorema de la gravedad conspicua. Con motivo de ello decide dar conferencias y ruedas de prensa en las principales universidades del mundo, pero se deja el carné de identidad encima del piano y no lo dejan entrar. Vuelve corriendo (que se podía haber caído y tener un disgusto) a su castillo a por él, y descubre horrorizado a María de la Pirindola haciendo pintadas obscenas en el baño del laboratorio.
"Pánfilo es un gafotas" había escrito la desdichada. El insigne sabio queda consternado. Ella arguye que se refiere a otro Pánfilo muy cabezón que vive por el barrrio. Él no la cree. Ella llora. Él se conmueve. A ella le da la risa. Él se mosquea. Ella le pide que salga que tiene que usar el aseo y él sale, Mientras agarra la manija (manilla en insulés) se le aparece como por ensalmo la formula de la doble ecuación con triple incógnita. Se vuelve y la abraza. Ella le grita que salga. Acaban ambos empapaditos. La crisis científica ha pasado.
A los pocos días Don Pánfilo inaugura la temporada de conferencias en Brooklyn con una brillante disertación de como hay que sumar los decimales para que no se apelmacen las centésimas. Recibe una ovación por todo lo alto y sale a hombros de la sala de conferencias.



 Es muy festejado y el premio nóbel de crucigramística, Don Henry Henry no puede evitar que se le escape una lágrima al escucharlo. Intentan que la lágrima no llegue al suelo, pero es imposible. Al día siguiente todos los periódicos del orbe abren con un contundente "Don Henry Henry es un llorón", el dayly News además apostilla "...y un mariquitilla"
Ningún rotativo hace mayor alusión a su conferencia que un miserable "...en una disertación de un científico que lleva gafas". El insigne prócer termina harto de los periódicos y de las conferencias. Ese dia se come un bombón helado y regresa a su castillo.
Comienza a trabajar en la traducción de un manual sobre la limpieza de las ballestas en francés antiguo, pero el cónsul francés protesta  y el gobierno lo obliga a destraducir el manual y a dejarlo como estaba.



Continuará...

sábado, 12 de abril de 2014

Cuentos ejemplares (I)

Lo que sigue es un fragmento de la obra "De como nada más nascer, Don Harry Pérez lloró, et el suo patre propinóle un caxete con luenga maña, et de como por efecto del tal golpe, Don harry Pérez ya no lloró más hasta luego a la noche, porque el suo patre no lo volviera a castigar, et de otras maravillosas historias que la madre del infante le contaba al susodicho en las noches oscuras del invierno frigido mientras en la lontananza aullaban los lobos et los bujos hacían ese ruidito como de uuuu uuuu que suelen hacer ellos".




Como todos ustedes saben, esta magna obra se creía perdida desde que a mediados del siglo XVIII el hijo de senescal de la Provenza se la llevo al colegio para enseñarles los dibujos de  tias en bolas que había en la contraportada a sus amiguitos, se la olvidó en el recreo y alguien le echó mano. Siglos después, se descubrió en la taquilla de un monje eremita de un convento de la provenza, entre intervius antiguos y apuntes de lengua.
Hoy podemos mostrar estos primeros cuentos ejemplares rescatados de olvido y la ignominia debido al improvo esfuerzo y dedicación que el ilustre profesor emérito en literaturas antiguas, detective privado, explorador y hombre fuerte de varios circos, Don Susodicho, ha tenido a bien realizar estos días, que como estaba nublado no ha querido ir a la playa..



... et mirose los dedos, y paresciendole que tenía a la sazòn las uñas cortas, dixole el buhonero al cura,
-Pater, llegada es la hora nona, y paresceme que la tal hora es buena para que nos contéis la historia del comendador de Villalpredete, et de como en una sola xornada, comiose una gallina y luego puso un huevo.
Et dixole el cura al buonero.
Mexor en aquesta hora menguada, et fabiendo fecho la digestion Don fabrique, a quien Dios guarde muxos años, voy te a narrar la exemplar fazania de Don Colestoroleto el del boleto et de como fabiendo facertado catorxe en la quiniela, coxió se tal trompa que perdió el rexjuardo et se quedose con tres palmos de narixes, por gipollas et por borraxuxo.
El dixole el buhonero al cura
-Pater, es que aquesa fistoria ya nos la contase vuecencia en otra xornada como aquesta anotra y ya fubimos cuenta de como ese fijodalgo cagose en diversas santidades, et por su maldad, algún halma caaritatiba et de mucha punteria tirole una texa del canpanario et dexolo durmiendo fasta que la santa de su muxer cargolo en un carretón et llevoselo de retorno a su madre, que negose a acojerlo en su seno.
Et dixole el cura al buhonero, que ya estaba pesadito.




-Entonxes, dilecto feligrés, contarete la faszaña de Don Sisebuto Pechopollo, el batallador, et de como ganóle la batalla al moro que en su castillo estaba cantando canciones moras...
Interrumpiole el monaguillo, que en aquel momento entrava en el rexinto.
-Padre. Llegada es la hora de las cuaresmas et la dama de alto copete espera para que la oigais en confesión.
Et marchose el cura y quedaron los reunidos apenados. Et dixo el monaguillo
-Vaya par de tetas que tiene la sobrina del cura
Et todos estuvieron de acuerdo, et fueron se celebradas con chanzas et comparaciones jolgosas con las ubres de las vacas et otras gilipoyadas. Fablo entonxes Fabriquin, el molinero, que en su juventud dicen que vio de lejos un libro et era el max culto del entorno.




-Oidme, bestias pardas. Voy os a narrar de como estando yo en mi molino, amolando la farina rica que fago et que tantismo os sus gusta, encontre me una lampara maxica entre los sacos de salvado. Et frotolela la lampara dixa antes et surgió un genio et dixome el genio "Don Fabriquin el molinero, como fabeis frotado la lampara et fabeis sido bueno et trabajador, os voy a conceder tres deseos, siendo vuestro primer deseo que os barra el molino, el segundo que os inviten a un vino en la taberna y el tercero que el mozo de cuerda del ventisco pongase en decubito prono para que le fagais pete por la faltriquera"
El dixole el tal mozo
-Jo, Don Fabriquin, siempre está vuecencia pensando en lo mismo...
et disolviose la reunión.