FÁBULA DEL HOMBRE QUE TENIA CARA DE SANDÍA (SIN PEPITAS)
Lo que sigue es un fragmento del antiquísimo libro "Abdalá jamalá, ain Já, jamalá", escrito en el siglo V a. de C. por un autor anónimo de Persia central. El citado libro fue hallado hace unos días en una tinaja enterrada en el desierto de Almeria por un pastor de camellos. El pastor ha sido procesado por andar desenterrando vasijas antiguas, y los papiros traducidos por la escuela de traductores de Toledo (el alumno que lo tradujo sacó un siete de nota media por dicho trabajo, parece que se hacía un lío con los verbos apostrolares y los circunspectos, que tanto abundan en el persa de esa época).
"...en habiendo acabado las risas y las toses, dijo el sabio hombre:
Habéis de saber que en esta ciudad nuestra vivía hace muchos años un hombres de gran valía y apuesta galanura, era piadoso y trabajador, alto y moreno de garzos ojos negros y tan anchos hombros que había muchas calles por las que no podía entrar si no era poniéndose de lado. Y hubiera sido el más deseado de los hombres si no fuera porque los dioses le habían dado una cara que era totalmente una sandía. Era verde por fuera y tenia luengas manchas de brillante color en la su frente. Y cuando sonreía se hacia de cara rara y extraño aspecto. Y los niños le hacían cabriolas y le tiraban graciosos escupitajos al su paso. Y las madres de los niños le daban ultramuces y papeles con sus direcciones, por si algún día se perdía, que pudiera pedir indicaciones. Et llegó a oídos del prelado de la existencia de tan bello señor et dijole al su ayudante.
- Don Jacobito, ¿es por ventura cierta la romanza que se me disce de un señor circunflejo de anchos hombros y galana sonrisa que tiene cara de sandía?
- Si, sabio prelado, es conocida en esta ciudad nuestra de la existencia de ese mozalbete al que su padre, en un arranque de embriaguez etílica puso por nombre Don Anselmo -contestóle el ayudante, dejándose llevar por esa pelotería tan propia de los funcionarios de la época.
- Pues que curioso, ¿no?
- No se crea, vuecencia, tiene mi mujer una hermana que se parece tanto a una urraca que sus padres la tuvieron subida a un palo hasta los doce años, en que viendo que se caía comprobaron que por las noches se cortaba las uñas de los pieses y perdía adherencia. Y entre meterla en una jaula o casarla con el hijo tonto del vecino, vieron que se iban a ahorrar un dineral en alpiste si la casaban. Y ahí la tiene, convertida en una señorona.
- Pues tal maravilla no ha de quedar genuflexa a los santos oídos de este santo palacio. Que vayan mis guardias mas fornidos y fuertes a buscarlo y que lo traigan a mi presencia, que se va a enterar el polllo este.
Y así se hizose. Y fue llevado a presencia del sabio prelado que viéndolo le dijo:
- ¡Anda hijo! Es cierto lo que se decía de la vuestra faz verde como rana de concurso de ranas.
Et fabló por fin el hombre con cara de sandía et dijole:
- Pues te reviento.
La moraleja de esta fábula es que cuando el destino pone al alcance de los mortales sus dones y regalías, es de necios reparar en los obstáculos que tan arbitrariamente deja el sino malvado en sus cercanías. E igual que el prelado no se comió ese día el cocido que le había preparado por ver al hombre con cara de sandía, nosotros (tú más que yo) no nos comemos el arroz con pollo pensando en el turrón de chocolate que ha de venir después.
Feliz año nuevo
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