Se llaman escritores malditos a todos aquellos escritores que han tocado temas que se consideraban politicamente incorrectos, de mal gusto, inconexos con la realidad, excesivamente cursis o que escribían con faltas de ortografía.
Hoy, por ser el día que es (lunes) vamos a empezar a hablar de los poetas malditos, y más concretamente de:
Don Fewderico Picosquina, Vate.
Sus padres lo bautizaron como Federico García. Cambió su nombre cuando se consideró mayor de edad debido a ciertas deudas de juego. De pequeño le llamaban Federiquín y le daban cocotazos.
Fue compañero de colegio de Gustavo Adolfo Becquer, a quien guardó ojeriza el resto de sus días. Parece ser que esa rivalidad comenzó cuando eligieron delegado de clase en cuarto de primaria y Gustavo le ganó por 34 votos. Federiquín impugnó las votaciones y el maestro, el reverendo padre Pérez, le dio un capón y lo castigó sin recreo.
De esa época parecen datar estos versos:
Padre Pérez
eres muy feo
y como no te esmeres
mal te veo
y te voy a dar una hostia que te voy a poner la cara del revés
hijoputa.
Cuentan las crónicas de ese tiempo, que el joven Federiquín se enamoriscó de una moza plebeya que vivía en el mismo barrio. Parece ser que la rondaba, y dada su natural timidez no se atrevía a hablarle directamente. Viendo que sus condiscípulos usaban de escribirles notas con versos a los objetos de sus amores, decidió hacer lo mismo y le escribió
Mujer, de mis sueños azote
tus ojos son muy bonitos
tienes un culo que me pone palote
te voy a voy a hacer guarrerías hasta que te de hipo
y te regalaré de mermelada un bote
Recibió una orden de alejamiento y un suspenso en la asignatura de rimas. No desistió de su empeño y volvió a escribirle el mismo verso pero en un papel limpio. Esta vez se lo mandó por correo certificado y esta vez la bella, de su puño y letra, le contestó:
Muy señor mio:
Que me dejes.
Gilipollas.
Atentamente:
La Bella.
Consternado, se dejó el bigote, aprobó álgebra y quiso meterse en la legión extranjera. Le pillaba muy lejos (en el extranjero nada menos) y optó por no alistarse.
Con el paso de los años acabó sus estudios y entró a trabajar de contable en una casa de moneda y timbre. Pronto se hizo encargado de los timbres y las campanillas, llegando a hacerse amigo de Peter Pan, a quien escribió en la dedicatoria de un recibo:
Pedro, Pedro
¡Que cabrón eres, muchacho!
Por esa época empieza a cobrar fama la obra de Becquer, Fewderico (ya se había cambiado el nombre) escribe:
Me postraré en el balcón de mi casa
con la escopeta de postas preparado
y cada vez que vea pasar una golondrina
me la cargo
Veras tu como no vuelven
Tiene un éxito discreto. Es retado a un duelo por Don Jacinto Margarito, que padecía un golondrino y se siente aludido por el poema.
La autoridad impide que se batan como dos vulgares huevos para una tortilla. A modo de disculpa, en el prefacio de su primera obra "Rimas, pero de las buenas" escribe
"Al señor Don Jacinto Margarito, a modo de desagravio, me gustaría dedicarle este sencillo poemilla:
Te has salvado por el canto de un duro
caraculo"
Destaca de esta primera obra este soneto:
Que es poesía
me preguntas,
pues míralo en un libro
y no des mas el follón
que eres muy pesadita, rica
El ministerio quiere retirarle el titulo de graduado escolar con carácter retroactivo y toma cartas en la historia la Santa Inquisición.
Se inicia así uno de los procesos mas vergonzantes de la historia universal, el conocido como proceso 1854/75/A48-00/ANN32. El inquisidor general del reino designa a Benigno Párvulo Primo, a la sazón inquisidor becario para que lo juzgue.
El proceso comienza un 22 de junio. Se somete a Fedewrico Picosquina a un dictado. Es un dictado muy difícil, lleno de haches y uves y beses, con muchos acentos y puntos y comas y de todo.
Aprueba con un cinco raspado y se le somete entonces a la prueba de las sumas y restas. Hay que tener en cuenta que eran tiempos remotos y las operaciones aritméticas había que hacerlas a mano, no venían ya hechas, como hoy en día. El insigne vate aquí falla, se hace un lío entre el 7 y el 4 y suspende.
Es la ignominia inmediata. El descrédito absoluto. Que un hombre de 42 años tenga que volver a sacarse el graduado escolar era una tara muy tremenda en aquella época. Encima le retiran el título de poeta y le prohiben escribir nada que rime.
Acabó sus días repitiendo otra vez sexto. Se le habían atrancado las ciencias naturales y no había manera de que se aprendiera las partes de una flor.
En su epitafio se puede leer:
¿Por una mirada un mundo?