Susodicho Corporation, profesor emérito de historia antigua; Doctor Honoris Causa en cotilleos de la antiguanza y Gran Maestre de la orden del Treintaysiete, por el culo te la hinco; dejándose llevar por la fiebre patria ante las afrentas que los malvados bretanicos del imperio de Gibrartar están haciendo ante sus sufridos compatriotas, quiere desde este púlpito denunciar otro robo histórico de dimensiones apoteósicas. Queremos denunciar, todos los aquí reunidos, la apropiación fraudulenta y malvada de la figura de Mariano Conlamano Lamparón, mas conocido entre sus coetáneos como "Mariano Joo", "Robines de la pradera" y "El tonto ese de Grazalema." Hombre valiente y leal, héroe de la España profunda y medieval, que no estuvo nunca en Sherwood, ni se parecía a Kevin Costner ni nada.
Esta es su verdadera historia.
Nació un 29 de Agosto de 1333 en el hogar paterno. Fue parido por su madre. Y su padre como no pudo fumarse un puro se fumo un dedo (el de sacarse mocos a escondidas).
Hijo de D. José María Conlamano Mireustez (el padre) y de Doña. Mela Lamparón Colesterol (la madre) tuvo una hermana, Mela, que era tontita y que matrimonió cuando tuvo edad con D. Arenisco Garras Gorras. (Fruto de esta unión nacieron dos niñas, Mela y Tela, la primera llego a inscribir su nombre en los anales de la historia y aun hoy en día se la oye nombrar a menudo)
Vivían en la calle de los espaderos. Su padre tenia un taller de "Robines et óxidos" gracias al cual vivían entre grandes boatos y parabienes y pasaban una hambre horrorosa. Su madre, que era mujer piadosa y circunspecta se fue un dia con un trovador muy simpático a misa de nueve y no volvió.
Su padre se hizo fuerte en aritmética ante la obsesión de su santa esposa por la misa de nueve y se dedicó al estudio de los robines. Llegó a destacar tanto en su ciencia que quebró el negocio y los echaron a la puta calle. Nuestro héroe, que a la sazón ya había cumplido los treinta años se compró un carretón y se fue de pueblo en pueblo a intentar ganarse la vida con lo que su padre le había enseñado.
¡¡¡El enrobinador!!! -anunciaba al entrar en los pueblos- ¡¡¡Se enrobinan espadas, cuchillos, tijeras...!!! ¡¡¡El enrobinador!!!!
Como era muy constante y trabajador, al cabo de pocos años llegó a enrobinar unas tijeras a una señora que estaba distraida. Las mujeres de los pueblos hacían cola al verle llegar. Hacían cola para reírse de él y llamarle Gil y Poyas (en esa epoca la palabra gilipollas no se había inventado y la gente era muy correcta) Fue a tanto su fama que el condestable del reino llegó a tomar cartas en el asunto e intervino de forma artera y occipital.
-"A veg, ¿quien ese tal Gobin de la pgadega que hace que el populacho ignogante e ignominioso se gia de él y no pague sus impuestos con aleggia?"
Un inciso en nuestro relato, el Condestable al que nos referimos era D. Cristóbal Dameloquelleves Pérez, vizconde de Montoro. Ceceaba algunos dias y otros se le trababa el frenillo (el de la lengua), a veces hablaba tosiendo y a veces no, tenia risilla de conejo y no pasó a la historia por tonto. Tuvo un descendiente que llegó a ministro...pero esa es otra historia
- No lo sabemos eminencia. Le llaman el Robines de la pradera y se sabe que viene de Grazalema, que su padre era un experto en óxidos y que su madre está en misa de nueve, que tiene una hermana que es tontita y que sus sobrinas darán que hablar, pero nada mas, eminencia.
- Jejejeje -dijo entre risas de conejillo de indias orientales- jijiji -recalcó malévolo- ¡Enceggadlo, enceggadlo!
Y así se hizo. Un 29 de Agosto fue requerido a presentarse ante el sargento de los lanceros de Aznazcollar. Mariano, haciendo uso de un manejo magistral de los tiempos, se presentó ante el citado sargento, que se llamaba Alfredo Punto Pé y que con el correr de los años llegaría a sargento primero, y fue detenido. Ante tamaña felonía, nuestro héroe protestó de forma contundente:
-¡¡¡Jooooo!!!
Don Alfredo se sintió compungido y le dio explicaciones a Don Mariano
- Es...es...es que lo ha manda...da...dado el Condestable.
Mariano lo miró fijamente con esos ojos garzos que tanto dieron que hablar después y haciendo uso de un magistral control de los tiempos le espetó:
- ¡¡¡Joooo!!!
Alfredo quedó desarmado y cayó de rodillas, no podía hacer nada ante una muestra de logica de tan magna enjundia.
Y asi, Mariano huye. Corre por los campos empujando su carretón y recorre viñas y secarrales, campillos y campetes hasta que llega a la Pradera del Prado (Ver mapa). Allí conoce a una banda de ladronzuelos que estaban aburridos y que le proponen que sea su jefe. Mariano accede, y así comienza la leyenda.
En este punto es muy difícil separar lo histórico de lo anecdótico y de lo legendario. Parece demostrado que entre los miembros de su banda estaban "El Barcenas", "El Toxo", "El Cándido", "El Bamby".
Parece demostrado también que cometen atracos, desfalcos, robos, estafas, timos, raterías y otras menudencias.
Se dice, pero no es rigurosamente cierto que se tiraron un pedo en misa y que en cierta ocasión quisieron repetir postre en una boda. Se les atribuyen otros crímenes como que le sisaran las vueltas de la compra a Manolito Monolito, aunque ciertos estudiosos tienden a opinar que el niño se gastó las vueltas en golosinas y quiso echarle las culpa a estos benefactores de la humanidad.
Sea como fuere, el caso es que la fama de sus portentos llega a oídos de D. Cristobal Dameloquelleves, que había venido de sus vacaciones sin haber conseguido broncearse, y que en esa ocasión estaba mas ocurrente que de costumbre.
-Jeejeejee -dijo el preclaro procer- ¿ha pagado sus impuestos? ¿Ehhh? ¿Ha pagado? ¿Ha pagado?
- No -contestóle el diacono- No ha pagado, eminencia. ¿me da un duro?
- Pues que lo encieggen, que lo encieggen -bramó el condestable.
Y así. Un 29 de Agosto, Don Polvorroso del Piamonte, mercenario al servicio de la corona y la coronita (cerveza sosita) y sus huestes aguerridas se presentaron en la Pradera del prado (ver mapa) dispuestos a capturar y detener a D. Mariano de la Pradera y su banda de alegres maleantes.
Las espadas estaban en alto. La cristiandad y algunos infieles quedan pendientes de los acontecimientos. Pero hete aquí que el genio estrategico de D. Mariano y su control magistral de los tiempos interviene en la partida y los alegres camaradas de la pradera (como ya se los empezaba a llamar) quedan pendientes de las ordenes de su líder y son apresados y llevados a presencia del condestable. Durante la redada estornuda Severino Frenteperlada, y este hecho nimio serviría de pretexto para que trescientos años después Don Fernandito Mocoseco le compre a su hijo Emeterio un Excalectric.
Llevados a presencia del Condestable tienen que esperar varias horas mientras este depone con denuedo y sudores fríos. Durante la espera, Mariano mira con ojos fijos al guardia que los guardiaba y le espeta de sopetón:
- "Joooooo!
El guardia baja la cabeza mohíno y cariacontecido. Interviene "el Toxo".
- "Te parecera bonito"
El guardia se avergüenza, "el Bárcenas" pone su granito de arena
- "Vamos que..."
Y ya todos abroncan al servidor del Condestable
- "'¡Que vergüenza!"
- ¡Hacerle esto a estos pobres!
- ¿Has llamado a tu madre? Que hace ya mucho que no la llamas
- ¡¡Pero mírame cuando te hablo!!
- ¿Me das un duro?
El guardia está a punto de ceder y dejarlos en libertad cuando se oyó con voz fuerte y clara un grito desde el pasillo
- ¡¡¡¡PAAAPEEEL!!!!
Y así, envuelto en olor a santidad aparece el magnifico condestable del reino. Loas y Boatos para él.
- Jejejejeje, je je je je, ¿Es este el famoso Magiano de la pgadega? -inquiere con su gracejo habitual con Cristóbal.
- No, debe haber un error, oiga ustez, yo me llamo Mariano Conlamano, ese señor que ustez dice debe ser otro, porque yo, mire ustez -aduce cargado de razón nuestro héroe mientras saca la cédula que lo identifica ante el rey y la reina- mire, aquí, ¿ve? donde pone nombre, que pone Mariano con R de Mariano, que no pone Magiano...
- ¡¡Basta!! -Gritó con desafuero el insigne benefactor de la humanidad, honra y prez de este valle de lágrimas (ver mapa)- Vos sois ese tal Gobin de la pgadega que no paga impuestos y que además asusta a las gallinas del pgado.
Hizose el silencio, un silencio sepulcral de doble vuelta con tirabuzón. ¡Que silencio tan recio se hizo!
- Pero es que yo... -intentó aducir "el Cándido", pero sus compañeros le obligan a callarse entre codazos arteros, pues nuestro heroe estaba mirando con fijeza a Don Cristóbal.
El lo mira a él. El le devuelve la mirada (a él, se entiende). Miranse ambos y no tienen nada que decirse. El Condestable comprende su error y postrándose de hinojos hipa como puede un perdón. Don Mariano, le dice que bueno, que vale y se marchan todos, ahítos y contentos a una casita que tenia luces rojas y estaba al borde de la carretera de Grazalema (igual sigue ahí y todo), que regentaban una pobres mozas a las que los alegres compañeros solian dar casi todas las ganancias de sus andanzas.
Y esa fue la verdadera historia del insigne Don Mariano, el robines de la pradera. Luego vinieron los ingleses y se apropiaron del personaje y que si tal y si cual.
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