Como fuese contado en un capítulo previo, Don Pánfilo tuvo que destraducir un manual muy bonito de las ballestas en el medievo. Tenía muchos dibujitos y colores y habían pintados unos monigotes muy simpáticos, que mataban a otros monigotes que sonreían menos. Dejándose llevar por la emoción del momento, decide escribir él mismo un manual en su lengua vernácula (vernaculés) sobre el uso apropiado del pañuelo (moquero en vernaculés) y como hay que usarlo para que no se queden los deditos sucios.
Anuncia pues su disposición a escribir un tratado magistral sobre el tema e inmediatamente la élite intelectual del orbe conocido se interesa en tan magna obra.
Mister Crispín O'Hara, eminente filólogo antillanés que se encontraba en esa época dando unas conferencias clandestinas en la Universidad de Gaspachow sobre el uso del tomate en la sopa fría intenta minimizar la importancia del proyecto de Don Pánfilo con unas declaraciones que suenan a envidia cochina: "Pero si sonarse el algo que todo el mundo sabe hacer" (Lo que pasa es que al ser Mister Crispín extranjero, habla raro y lo que dijo sonó como "Guachi guachi guachi guachi")
Don Pánfilo esta vez no se queda callado y habla. Lo hace en Vernaculés y lo hace con ese gracejo tan propio de él. "Amo a vé si en lugar de andar diciendo tonterías estamos a lo que estamos y le echas un poquito de pimiento verde y ajo a esa sopa de tomate tan sosa que haces, listo, que eres muy listo". Mister Crispín queda avergonzado, la sugerencia del insigne prócer es llevada a cabo por la curia de la Universidad. Había nacido la sopa fría de tomate que llegaría a dar renombre a Gaspachow a nivel universal.
María de la Pirindola, mientras tanto, ha iniciado la hercúlea labor de sacar punta a todos los lápices del castillo. Hay siete y todos ellos se encuentran de forma permanente afilados y listos para escribir "trigonometría" u "ortopedia" en un tiempo record.
Al cabo de pocos meses de intensa labor investigadora, el primer volumern de la magna obra queda acabado. Las élites intelectuales lo devoran con fruición y los más grandes lo alaban. No cabe duda de que la materia es tratada de forma magistral, a pesar de la gran enjundia del tema. Pero los más mezquinos no tardan en zaherir la insigne labor. Así, Mesié Críspulo Guá hace una crítica demoledora: "Parece mentira que alguien haya escrito ¡Ahi va! en lugar de ¡Caramba!; o ¡Cáspita! en lugar de ¡Caracoles! Pero, además¿Qué es eso de hubió? ¡Vamos y vamos! ¡Lo que hay que ver!"
Don Pánfilo tampoco se queda callado esta vez, y desde la sección de cartas al director de "Herald Daily News in the morning" le contesta: "¿Y tú que? cabezabuque, que eres más feo, hijo mío". Mesié Guá sin embargo insiste poco después desde la sección de cartas al subdirector del "Examiner de Trescantos", lo hace bajo seudónimo y usando un lenguaje vulgar y barriobajero, entre otras cosas dice "...estimado señor subdirector, éste que lo es..." lo cual, como es fácil conjeturar, supone una afrenta inclasificable contra quienes, como Don Pánfilo, no son señores subdirectores.
Interviene en este punto el archidiácono del lugar y dicta una bula cisterniense. El público se agolpa en las grandes librerías para comprar el libro que ha escrito el insigne prócer. Y eso que no llevaba fotos de señoras sin ropa ni nada. Gana el premio Pulitzer dos meses seguidos y se queda segundo en un certamen de narrativa que organiza todos los veranos el ama de llaves de su castillo (Curiosamente su obra fue la única que se presentó).
El éxito es tal que se pone inmediatamente mano a la obra para escribir el segundo volumen, que habría de suponer en el mundo académico un revulsivo de proporciones épicas. Pero no le dejan trabajar. En Hollywood y en Louisiana quieren comprar los derechos para hacer una película. En Hollywood quieren adaptar su libro en una obra de acción en la que unos marcianos no pueden invadir la tierra porque no saben sonarse apropiadamente. La versión de Louisiana es más romántica y una joven se enamora perdidamente de un señor por la forma tan masculina en que se suena.
María de la Pirindola deja de afilar lápices y contesta el teléfono cuando éste suena y por este sencillo método consiguen que el sabio se pueda concentrar en su trabajo.
Son meses de intenso estudio e investigación, pero por fin ve la luz, un 26 de Junio, el segundo volumen del magno tratado sobre el uso del moquero. Lleva por subtítulo, "La venganza del moco".
Hay una gran consternación en el mundo académico. Esta vez las tapas son de color verde y no granate, como en el primer tomo.
La crítica las considera una obra menor, y además el libro ni hace bonito ni nada.
En un intento de revalorizar su trabajo, el profesor Carahuevo da una serie de conferencias sobre la manera correcta de usar el pañuelo. Las da en su idioma nativo con unos subtítulos en vernaculés que él mismo se va poniendo.
La primera de ellas tiene lugar en el Claustro del Vicerectorado de la Universidad Bermeja de Nueva Cáceres (ver mapa). La conferencia transcurre con mucha corrección hasta que, en un intento de hacer una demostración de la forma correcta de interpretar sus sabias teorías, se suena. Acaba (sorpresivamente) con los deditos llenos de mocos.
Es el descrédito inmediato.
Algunos oportunistas se rien de él. Los más sangrantes son Mesié Críspulo Guá, que desde el "Tocomocho news" se mofa "Ja, ja, ja. Que te vas a manchar, señor sabio, vamos y vamos".
Mister Crispín O'Hara es más lacónico y solo comenta "Toma, enterao"
Don Pánfilo queda desanimado y se va a su castillo. Allí manda a paseo el tratado del moquero y se come un kilo de helado él solo.
Continuará...
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